sábado, 23 de abril de 2011

Sin título -de momento-

Sin título –de momento-, estas líneas son justificaciones psicológicas antes de escribir algo verdaderamente útil, realmente satisfactorio para mí.
Me he levantado muy temprano, oyendo taladradoras y motores de camiones, oliendo emanaciones de tubos de escape que escalan hasta la tercera planta, donde me he asomado a la terraza y el visto cómo el sol hacía su aparición tras un edificio en obras. Mi casa también está en obras. Me he vestido y he salido a la calle con unas ganas tremendas de escribir. He andado unos veinte minutos hasta un estanco para comprar boquillas. Chispeaba. He decidido cambiar de lugar, iba a ir al parque y he entrado en un bar. Me he pedido un café y un vaso de agua. Las ganas de escribir son tremendas, muy potentes. Las ideas aparecen veloces y no las distingo, no las atrapo. Debe tratarse de un afán exagerado, una necesidad confusa.
Caminando hacia el bar me encuentro con Marcos, un antiguo compañero de juergas. Me pregunta si voy al trabajo… me quedo pensando:
-No… bueno sí. En realidad voy al trabajo. A leer y a escribir. “El gozo de escribir”. Este folio está ya casi relleno…
La camarera del bar de enfrente no coloca las sillas, las lanza a medio metro del suelo. No se debe sonreír para que los demás sonrían. Has de sonreírte a ti mismo primero. O tal vez… tal vez forzar una sonrisa, tal vez cambiar ligeramente el gesto haga sonreír al otro y eso pudiera hacerte sonreír a ti. Sí, es muy posible.
Parece que hasta aquí he querido llegar. Ahora es muy probable que quiera ponerme disperso y poético. Seguir el hilo de tanto ansia buscando el agujero de salida, el foco de proyección que la elimine, lanzándola hacia el cielo, o ahí mismo, ahí enfrente, al aire, que la evapora en hojas de árboles, de cuadernos, de cuchillos…
Corto y recorto la herida. Ahora mismo ha dejado de doler un poco. Sigue siendo profunda y sin embargo parece que las ideas la limpian. Esta herida requiere de sutiles cuidados, es una herida tímida y a la vez una bestia. Fuma como una loca y se mueve como una ostra.
No sé si estoy centrado, concentrado. No sé qué estoy haciendo. Las paredes parece que respiran. Escucha. Ese de ahí es tu hijo aprendiendo a vivir. Alguien detrás de mí ordena y pregunta:
-Escúchame ¿Quieres algo? (Al principio parece voz de niño, pero el niño responde a su madre).
-Mejor dentro.
Vale. La dispersión encuentra sus lugares, su lugar aquí. Me ha venido “bien” leer a Natalie Goldberg. La carretera está coagulada. La carretera es un coágulo triste, seco. Se acerca el verano pero ahora es abril y el tiempo –aunque sonríe- está lloroso. Las mujeres se escurren por las grietas del cemento. El cemento: ese invitado inhóspito que sin embargo late entre tus sienes y te lleva a pensar en otras épocas ¿Vives aquí y estas en otro lado?
Deja de pensar a paso ligero –es ahí cuando detienes la mano-. Frena en seco y cae sobre la blanda pantalla blanca. El sol moldea tus actos. Siempre el sol. Elige el sol. Un navajazo de luz despliega las ruedas de tu boca. Ya sabes, más o menos, fumar volando, sentarte arriba, bajar descalzo. Sabes que volverá a llover pero que lo importante ahora es verte mirar cómo el sol seca la pared, cómo la pared gime y te alarga su brazo y te susurra al oído que todo es lo mismo, que es cuestión de observar.
El humo de un cigarro infumable penetra en mis pulmones a través de un martillazo de tu tacón. Tal hecho me permite escribir que aquella gorra no está hecha para esa cabeza, que la gente debería ser más líquida. Todo alrededor chorrea, todo por dentro chorrea ¿Qué repugnante recipiente delimita incluso la conciencia de ser un cuerpo que gusta de ser herido por la alegría solar? Nunca fui al desierto. He visitado poco el mundo. Nunca es suficiente, pero lo que vi ya me sirve. Lo que miro está lejos. Lo cercano me duele, pero ya no huyo. Entrecortado, cien metros valla, la escritura, el acto, el obstáculo, el salto…
Transito el propio acto de escribir. Viajo. Me siento mejor.
Apuesto por tu estómago ¿A qué altura estas de tu estatura? ¿Qué rocas de la pirámide te hablan? Pirámides. Puertas. Respuestas, qué manía. Respuestas. No tengo respuestas, tengo sangre. Decido. Interrogo el vuelo de las moscas por placer. Insecto incierto. Pipas de girasol. Terreno cáscara. Todas las vísceras forofas del humo que les damos. Todas esas imágenes que sufren su quietud… las quiero despertar, porque es temprano. Andar un poquito para tener agujetas.
El barrendero de la barba lisa. El hombre de la mesa de al lado pide una “serveza” porque es temprano, dice. Su mujer dice “yo soy más de descafeinado de máquina”.
¿Está ocupada la silla?
-Un vaso de agua, por favor.
-Aquí botellines de agua. El agua no deja dinero. Lo siento pero es así.
-Cuando usted pueda ¿eh?
-Ya has pedido.
-¿Ya ha tomado usted nota? Me he quedado dormido. Es que salí ayer en los estudiantes.
-Tostada ¿Sin aceite, sin tomate, sin ná? Ese pedazo de cacho sin ná, le falta todo. Yo quiero un bocadillo. Rezando un via crucis, cabrón. Soy cofrade y llueve.
Remuevo el segundo café con la cuchara. Espero el vaso de agua. Gabardinas y gafas, chaquetas mastican su desayuno, beben su día. Colonias, risas, chirigotas. El camarero trae el agua.
-Servicio de mesa 1.30 € ¿eh?
Reacciono buscando calderilla.
-(perdonándome) Ya, vale, vale…
El sol se refleja con un amor inmenso en el camión de Lipasam, de un amarillo hermano. No hay error de cálculo.
-Hola, qué hay, que tal, buenos días. (Levantaría cimientos con palabras).
¿Te vienes al fondo? Tengo lupas y huesos, cascabeles, azúcar, laberintos.
Despleguemos el mapa y señalemos. Estudiemos el tránsito del aire. Quiero mi dinero. Es el orden del día. Estemos o no estemos físicamente allí, Noelia no está contratada. Eso descruza las conversaciones de las cuatro mesas. Ese es el planteamiento, para tenerlo claro. Enfocar el café sobre los pasos del barrendero de la barba lisa. Si se habla de contratación.
-¿Yo me puedo enterar ustedes qué hacéis hoy aquí?
-Para nosotros es Viernes.
Y llega la dulzura y se va la dulzura, así, de repronto. Una mano que amaga coger algo.
Cobrar estas horas de escritura con mi cuerpo. Rajarle el estómago al camarero sin hacerle daño. Yo no hago daño. Tú eres el Arcipreste con tu carga de trabajo ¿Qué te está pasando? Te has desenfocado. Se te han desenfocado los ojos. Al pronto pago.


INFUMABLES


Felipe Bollaín

miércoles, 20 de abril de 2011