viernes, 4 de julio de 2008

La poesía es contagiosa (un texto de Paul Eluard)

La poesía es contagiosa

Nicaise, Gribouille y Jacques Bonhome son, desde luego, poetas. Góngora, Edgar Poe, Mallarmé son, desde luego, poetas. Pero el drama ¿dónde está sino en los poetas que dicen "nosotros", en aquellos que luchan, que se unen a sus semejantes, incluso y sobre todo si son apasionados y valientes? La poesía es un combate.
Los verdaderos poetas no han creído nunca que la poesía les pertenezca en propiedad. En los labios de los hombres jamás se ha agotado la palabra; las voces, los cantos, los gritos se suceden sin fin, se cruzan, se entrechocan, se confunden. El impulso de la función del lenguaje ha sido proyectado hasta la exageración, hasta la exhuberancia, hasta la incoherencia. Las palabras nombran el mundo y las palabras nombran el hombre, lo que el hombre ve y experimenta, lo que existe, lo que ha existido, la antigüedad del tiempo y el pasado y el futuro de la edad y del presente, la voluntad, lo involuntario, el miedo y el deseo por lo que no existe, por lo que va a existir. Las palabras destruyen, las palabras predicen, juntas o solas, de nada vale rehusarlas. Todas ellas participan en la elaboración de la verdad.
Los objetos, los hechos, las ideas que describen pueden extinguirse carentes de vigor, pero no cabe duda que pronto serán reemplazadas por otras que habrán sido promovidas accidentalmente y que cumplirán su entera evolución.
Nos hacen falta pocas palabras para expresar lo esencial, nos hacen falta todas las palabras para volverlo real. Contradicciones y dificultades condicionan la marcha de nuestro universo. Los hombres han devorado un diccionario y lo que ellos nombran, existe. Lo innombrable, el fin de todo no comienza sino en las fronteras de la muerte inimaginable.

Paul Eluard.

Traducción: J.M. Caballero Bonald.

No hay comentarios: