Tras un cristal aséptico, la chica
que empañó mis gafas hace tiempo,
revisa hoy mis cuentas con la vida.
La grave travesura de los astros,
el pulso escrito, el sol y la ceniza,
el mar, su sal, en fin, trajo usted todo,
aunque olvidó sellar sus ilusiones.
La chica despeinada que hace tiempo
pintó de azul celeste mi negrura,
tramita mi derrota intrascendente:
necesito su firma en esta esquina.
Con un dolor en el fondo del habla
como el rastro de un avión en el cielo
le dejo –intrascendente, allí- mi firma.
Solicitud en curso, por favor, el siguiente.
Ella se va sin levantar la vista
y yo me quedo regresando a casa.
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