miércoles, 4 de junio de 2008

Encima de este elefante (cadáver exquisito con Miwell)

Creí que iba a escribir un poema
pero mi conciencia es como un perro
muerde muerde muerde
remuerde
es una puerta de rabia
que a ratos se cierra y se enrosca
en la lluvia del anhelo más hosco
-que no oscuro- de tu rostro.
La rima es siempre un tac milímetro a milímetro,
chope con aceitunas del amor.
Un mono en un velero
con un cuchillo jamonero en su mano
no puede escribir un poema
sin remo ni rémora, la carne es un cañón alado.
Dirije el trámite sin pedir responsabilidades
al gobierno interino de tu alma más que divina.
El imperativo se hizo caja fuerte sin condenaciones
y el sistema operativo tuvo al fin
ventanas sin puertas ni facturas
ni láser claustrofóbico de mujer
que bebe cerveza con ojos de beber mar.
Está totalmente prohibido
el consumo de cualquier tipo de drogas
encima de este elefante.
El guía os indicará -según se chupe el dedo- si la dirección
a seguir tiene que ver con el afecto a las hormigas
o con el efecto que las hormigas provocan en la ovulación de la osa hormiguera.
La lista de precios es correcta e inamovible
el extintor está en su sitio
lo único que no puedo controlar
es esta bola que gira con un ruido ensordecedor.
La investigación progresa de cada mente
un pisto y no pisto que hace las delicias
de cualquier tramoyista en activo pensando
mientras fuma que podría escribir un libro sólo sobre
lo que siente que tiene entre los dientes.
La cuadrícula hecha humo
cada bocanada incombustible se consume
en una arista, un vértice
¿Por qué no hay un reloj de los polígonos?
Si lo hubiese comulgaría, confesaría. Siempre.
Siempre precio a tu alopecia
¿Por qué la gente gusta de lamer la calva de quien
en realidad chorrea pelos de existencia en cada gesto?
Es una buena pregunta. No sabemos la respuesta
y en la red puesta picarán peces que no imaginarán
lo que se les avecina desde la semilla del impulso.

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