lunes, 9 de junio de 2008

Un poema de José María Fonollosa

Carrer dels Assaonadors

Muchas veces intento rebelarme.
Me siento miserable, atormentado,
si no logro expresar debidamente
-la perfección no existe, estoy seguro,
la busqué tenazmente y no la he hallado-
la idea que me exige ser expuesta.
Y mi insignificancia me es patente.

Y sé que yo no soy el adecuado,
el que debiera hacerlo. Hay un error
monstruoso al destinarme a esta tarea
que otro haría mejor. Mi selección
fue un fracaso de las computadoras
que señalan destinos a los nombres.

No merezco el honor que se me hiciera
y sé que no soy digno de él tampoco.
Que me libren del peso de esta pluma.
Déjenme en lo que soy: un ser humano.
Un débil amasijo de pasiones
vulnerable al sabor de cada día.

Sin nada que explicar a los demás,
que además nada quieren les explique.
Dedicado a arrancar de cada instante
los bienes sensoriales que contenga.
No quiero estar allí haciendo una obra.
No quiero describir. Quiero estar sólo
dedicado a vivir intensamente.


Poema extraído del libro "Ciudad del hombre: Barcelona", de José María Fonollosa.

2 comentarios:

Javier Mérida dijo...

Decía Euguenio Montale, genial poeta italiano, algo así como que "la poesía es un defecto que se lleva con temor". Ciertamente, ese temor reside en la responsabilidad que otorga la sociedad a los artistas. Si bien en las sociedades tribales el chamán es el único medio de conexión entre el mundo real y el "otro mundo", entre nuestras sociedades postindustriales, los artistas se han convertido en una suerte de hombres-medicina a quienes acudimos en busca de respuestas o estímulos (estéticos, emocionales o incluso místicos). Está claro que las respuestas hacen sólida a una sociedad, la asientan sobre unos valores determinados. El artista, aunque no lo sepamos, se encarga de echar todo eso por tierra desde el momento en que plantea las preguntas, las dudas que nos hacen avanzar realmente hacia ese "otro mundo" que tenemos anestesiado con tanta hipermegananotecnología que más que ayudarnos, lo que hace es coartar nuestra creatividad, salvo muy honrosas excepciones. La sociedad del abuso abusa de sus figuras y las relega al plano de lo exótico, de lo raro. Prefiero quedarme en las preguntas. Saludos.

Felipe dijo...

Gracias por tu comentario, me ha hecho asociar ideas y recordar "Homo videns. La sociedad teledirigida", ese gran libro de G. Sartori. En cuanto al contenido de tus palabras no tengo nada que rebatirte o apostillarte... es evidente que estamos de acuerdo, yo no estoy tan al día como para escribirte un artículo versando sobre el tema, por eso hago lo que hago... jeje...
No puedo acceder a tu perfil. Me das más pistas? Sería grato mantener cierto contacto con vuesa merced.
Un abrazo.